domingo, 17 de abril de 2011

Presentación del hombre de cristal

El proyector se presentaba como verdugo de la nocturnidad y abatir de la retina: el Fausto sin la tentación del diablo. Se podría decir que a través de esa Linterna mágica[1] la decadencia de un cuerpo perdido en su Metrópolis encontraba su lugar para soñar, era un sueño dentro de una nube que dibujaba imágenes a su antojo.



La pantalla podía ser atravesada por un tren[2] con destino a Ciotat, podías ser testigo del primer viaje a la luna (acompañado de Méliès) y la gente sorteaba los azulejos del suelo para pisar aquellos que sólo fuesen de color amarillo: cantando el we're off to see the wizard. Esas largas cintas de celuloide adquiridas por circos ambulantes y feriantes trasladaban otra realidad a aquellos lugares en los que no conocían más que la suya propia: la monotonía se aceleraba, los rasgos se exageraban, el piano podía ser tocado con un solo dedo y la parte contratante se hacia con cuatro hermanos…



“Lo más difícil son las miradas, a veces me parece que cambian de expresión en cuanto me doy la vuelta” Amelie.



Cambian las miradas para vivir un sueño eterno que llega hasta las primeras pinceladas de color, cuando la diferencia era tal que mientras unos robaban bicicletas (o limpiaban botas) otros vivían en el crepúsculo de los dioses. Repetición de un mismo cuadro para unas miradas que cambiaban de expresión, para una luz que se presentaba más viva que nunca.



¡Qué bello es vivir en una pantalla de cine! Segunda Guerra Mundial y Guerra Fría y la gente pudiendo pasar un verano con Mónica o menguar hasta esconderse en una casa de muñecas…



“Él es el hombre de cristal, debido a una enfermedad congénita sus huesos se parten como el cristal, por eso todos sus muebles están acolchados, un apretón de manos le podría triturar los metacarpos. Lleva veinte años sin salir de casa.” Amelie.



El cine es como El hombre de cristal: pinta año tras año el mismo cuadro de Renoir y en cada lienzo termina descubriendo una mirada diferente. Sin olvidar que el cine es de cristal y sus huesos son realmente débiles (a pesar de contar en el reparto con la Mamba negra o con el mismísimo William Wallace), intentemos que no salga demasiado de casa y si lo hace que no sea para viajar a Pandora.














[1] Fábula escrita por Ingmar Bergman y publicada en 1995



[2] Esto a Cameron le puede resultar increíble, pero así era.

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